sábado, 26 de febrero de 2011

Una ignorancia, dice

Rolando Crespo, el legislador que nada aprendió en los libros porque dice que no le gusta leer y que prefiere las actividades de los four tracks, pidió perdón ayer, luego de que se hiciera público el resultado de su última prueba de dopaje, positivo a cocaína. Dijo que no pensaba renunciar porque él no era drogadicto y que el uso de cocaína por su parte había sido una «ignorancia».
Por si no lo saben, Rolando Crespo tiene 35 años de edad y no parece ser idiota (al que lo mira así por encimita, quiero decir). Es posible que si uno lo trata llegue a convencerse de que lo es, pero realmente no lo parece. ¿O debo decir «no lo parecía»? Porque solo a un idiota puede ocurrírsele tratarnos como a idiotas en un asunto que no es cuestión de «ignorancia». A menos, por supuesto, que él quiera hacernos creer que, como no le gusta leer, no leyó que la ley que él mantiene en vigencia no exime de responsabilidad penal al que usa cocaína por simple «ignorancia», en cuyo caso debe renunciar, no por ignorante, sino por bruto.

viernes, 25 de febrero de 2011

Pasado tiempo presente

Mañana mi padre me dijo que se moriría en cinco días y lo mismo me dirá ayer. Como él no sabe el día en que vive, supondré que se refería a mí (si acaso no sigo muerto).

sábado, 19 de febrero de 2011

¡Uy, qué susto!


Hace unos días que en mi usual zapeo de canales vi una foto enorme —tipo mural— de la cara del juez Fusté en C-Span, junto a un orador de discurso enfático en el podio principal de la Cámara de Representantes de Estados Unidos. Me tomó solo unos instantes darme cuenta de que se trataba del congresista puertorriqueño nacido en Chicago, Luis Gutiérrez, denunciando la deteriorada situación de los derechos civiles en Puerto Rico. Alertó, entre otras cosas, sobre el abuso de la Policía contra los universitarios en huelga y de la orden de encarcelamiento del juez federal, José A. Fusté, contra el presidente del Colegio de Abogados por orientar públicamente a los colegiados en relación con un pleito de clase en el cual el Colegio es parte. Me pareció un discurso de verbo preciso y desengañado.
Al día siguiente, Pedro Pierluissi, Comisionado de Puerto Rico en Washington, respingó. Dijo que solo él —Pierluissi— podía hablar a nombre de Puerto Rico, y que Gutiérrez había ofendido a los puertorriqueños y a la judicatura norteamericana de la isla. Añadió que había sentido tanto coraje que era mejor no encontrarse con Gutiérrez en los pasillos del Congreso y que esperaba que fuera la última vez que éste hiciera una cosa como esa.
Pues, por el cuñado del novio de la prima de la hija de una vecina del Congresista me he enterado de que Gutiérrez no duerme desde entonces, que está tan atemorizado por lo dicho por Pierluissi que se sostiene vivo a base de Imodium, tranquilizantes y caldos de gallina vieja que una señora le envía todos los días, en termos, por FedEx desde Caimito.

miércoles, 16 de febrero de 2011

Todo el mundo lo sabe

Mi mujer no sabía de la existencia de este blog. Pero el sábado recibió un mensaje de una de sus amigas que la llamó para preguntarle que cómo era posible que permitiera que yo publicara «esas cosas» sobre ella (sobre mi mujer). Así que, una vez lo leyó y comprobó que era cierto lo que le contaban, me hizo ir a la caseta de herramientas en el patio con un pretexto inocuo y, sin que yo pudiera evitarlo, me encerró allí con candado.

Menos mal que oyendo la radio del vecino me enteré de que al presidente del Colegio de Abogados le había pasado algo similar: que por hablar con los miembros de su colegio sobre un pleito pendiente, el juez de Estados Unidos en Puerto Rico lo encarceló.
No fue sino hasta hace un rato que mi mujer me liberó, pero, con la condición de que no volviese a hablar de ella. Por eso he decidido que cuando vaya a aludir a ella me referiré a «mi hermana», cuando hable de mi hermana me referiré a «mi tía», y cuando hable de mi tía me referiré a «mi abuela», con el inconveniente de que todo el mundo sabe que mi abuela se murió hace más de veinte años.


domingo, 13 de febrero de 2011

Mi alcancía de chavitos prietos

Nunca pensé en la utilidad que podría tener mi alcancía de chavitos prietos. Es que llevo algunos años guardando las monedas de un centavo en una lata de galletas export sodas, tanto las monedas que recibo en el cambio diario como las que encuentro tiradas en el suelo porque a nadie le interesan. Pero hace un rato encontré un uso formidable. Escuché en la radio que el gobernador Fortuño había exigido del Colegio de Abogados que le devolviera $78 que éste había utilizado para comprarle un seguro de vida. Y yo, pensando en lo infeliz que deben sentirse él y su mujer Luz Eufemia por tan importante déficit, estoy aquí, cuenta que te cuenta, para que él reciba lo merecido: 7,800 chavitos prietos. Y, por cierto, tengo más, por si a la licenciada Luz Eufemia Vela se le ocurre reclamar lo mismo.

jueves, 10 de febrero de 2011

¿La Tierra es plana o redonda?


Encontré a mi padre en medio de una discusión bizantina acerca de la redondez de la Tierra con mi sobrina, que estudia en la universidad. Mi padre afirmaba que la Tierra era plana y mi sobrina, naturalmente, que era redonda.
—Yo creo a mis sentidos, a lo que veo —le decía él—. Para creer que es redonda hay que tener mucha fe, y ya tú sabes que no soy hombre de mucha fe.
—Pero ahí están las fotos de los satélites.
—¿Las tomaste tú? ¿Verdad que no? Entonces, ¿por qué debo creer lo que no te consta?
—Porque el gobernador Fortuño dijo en su último mensaje al país que en el pasado año la economía de la isla había mejorado y que la delincuencia se había reducido, y tú sabes que eso es contrario a los sentidos.
—Ah, otra vez con la política. Es que tú eres una mujer de poca fe…
—Porque no se puede tener fe en los políticos.
—…y por eso mira el revolú que ustedes han formado en la universidad.
Como me parecía que ambos tenían por superflua mi presencia junto a ellos, me alejé con la impresión de que si, en efecto, había mejorado la economía y se había reducido el crimen, a lo mejor mi padre decía verdad en cuanto a que la Tierra es plana y no redonda.

sábado, 5 de febrero de 2011

Sólo el médico chino

Tengo una compañera de trabajo que, a pesar de que no es católica, se nutre de la obsesión insólita de acusar al Papa de ser un nazi sin redención y un encubridor de pederastas. Me da pena con ella porque es de esas personas a quien el odio se le instala en la cara y le corrompe las facciones. Y, por si fuera poco, esas muletillas inofensivas de «eh», «¿me sigues?» que a muchos les acechan en su diario conversar, en el caso de ella se transforman en «¡curas!», «¡monjas!» a manera de constante exorcismo en su comunicación verbal.
Aprovechando ahora que se acerca su cumpleaños, y los buenos precios de todo lo que viene de China, me dio por investigar en la Internet qué podría comprarle para su mal. Mis compañeros intentaron disuadirme —para evitarme un disgusto, decían—, y casi lo logran. Sin embargo, pudieron más los ofrecimientos disponibles online, que sus buenos consejos.
Así es que, por un buen precio, pude comprarle a un médico chino unas sanguijuelas que no chupan sangre, sino odio, del que llevan por dentro las personas que viven en las antípodas de la felicidad. Sin embargo, no podré empacar las sanguijuelas para regalo porque las instrucciones requieren que se coloquen en la parte más blanda del cuerpo. Tan solo espero la ocasión en que mi compañera venga a sentarse a su escritorio, pues he logrado camuflar las sanguijuelas en el estampado de su asiento.