martes, 27 de marzo de 2012

Benedicto XVI en Cuba


A propósito de la visita de Benedicto XVI a Cuba, sorprende lo que ha podido adelantar el sentimiento religioso de los cubanos en los últimos tres lustros en esa Isla, después de la visita anterior de Juan Pablo II. Y digo «adelantar» en el terreno religioso porque en el político la intolerancia y la represión no ha cedido un ápice. O sea, que ahora los cubanos en Cuba pueden rezar en voz alta, pero no criticar a su gobierno ni siquiera en voz baja. Es lo terrible de las dictaduras, tanto las de derecha como las de izquierda.
El derecho a expresar la opinión sobre las acciones gubernamentales, las políticas, el sistema económico sobre los que se afirma la gestión pública, la represión policial, o el carácter de sus dirigentes, no debe ser penalizado por ningún Estado cuando se ejerce pacífica o civilizadamente. Por eso tampoco reconozco la legitimidad del carpeteo que consuetudinariamente realiza el FBI en Estados Unidos contra los ciudadanos que meramente exponen sus ideas contra los abusos de los banqueros y sus socios capitalistas, la guerra, la corrupción y otras miserias que tanto les afectan. Y de mordaza y represión ya conocemos bastante los puertorriqueños; primero bajo España, y ahora bajo Estados Unidos. Ante esto, solo la expresión de nuestra indignación puede contener la acometida de las oleadas de represión que, lamentablemente, también se originan en las esferas de poder en Puerto Rico: las nuestras y las extranjeras. Solo nosotros, no Benedicto XVI, podemos resistir. Lo mismo han aprendido los cubanos (los de Cuba, no los de Miami).

miércoles, 14 de marzo de 2012

Pueblo versus Fulano de Tal

Aún no sabemos quién es «Brian», pseudónimo del agente del FBI que le disparó a Filiberto Ojeda sin que se tratara de un caso de legítima defensa. Así lo concluyó en su informe la Comisión de Derechos Civiles, y así tendrá que concluir eventualmente el informe de investigación del Departamento de Justicia de Puerto Rico cuando se haga público el sumario fiscal. Tampoco sabemos el nombre del piloto que dejó caer «por error» la bomba que mató a David Sanes en Vieques, y que marcó el principio del final de la presencia de la Marina de Guerra de Estados Unidos en la isla-municipio. «Brian» está fuera de Puerto Rico, por aquello de reforzar la idea de que el brazo de la justicia puertorriqueña no puede alcanzarlo porque, ante el poder de Estados Unidos, nuestra justicia es manca.
Leo ahora un episodio que me ha hecho recordar estos dos casos: un sargento estadounidense —cuya identidad no ha sido revelada—, que mató a tiros a 16 civiles en Afganistán, fue sacado de ese país a otro lugar desconocido a pesar de los reclamos del pueblo afgano para que sea juzgado donde cometió los delitos, como debe ser. Independientemente de que los 16 asesinatos sean punibles por el código militar de Estados Unidos, Afganistán tiene el derecho —y hasta la obligación— de juzgarlo en sus tribunales porque tales crímenes son también contrarios a la ley penal de ese país. No hay tal cosa como «jurisdicción exclusiva» de la autoridad militar norteamericana.
El fundamento es el mismo por el cual El Pueblo de Puerto Rico tiene derecho a juzgar a «Brian» si se supiera su identidad. Las actuaciones ilegales de los empleados y miembros de las fuerzas armadas de Estados Unidos deben ser juzgadas por los tribunales civiles de los países afectados por esos actos criminales. No hacerlo es claudicar, es bajar la cabeza.
En Puerto Rico necesitamos un «Baltasar Garzón» que azuce nuestra memoria histórica, un buen fiscal que no esté dispuesto a olvidar y perdonar.

martes, 13 de marzo de 2012

Sex shop

El candidato a gobernador por el PPD lo ha dicho sin tapujos: «Entré al sex shop a comprarle un regalo a mi esposa, y qué». Es lo mismo que yo haría en un sitio donde no me conocieran: comprarle a mi mujer lencería provocativa, aceites aromáticos para masajes y cualquier otra chuchería que sirviera para acentuar nuestra apetencia amatoria para una noche de pasión y desenfreno sano. Pero no. Ahí están los políticos puritanos, los nuevos portavoces del fariseísmo, los que no le conceden al marido y la mujer el margen de intimidad necesario para sus manifestaciones de cariño, para la copulación legítima que es producto del amor conyugal, del enamoramiento avivado por la imaginación y la ternura de los que se quieren. La relación de marido y mujer no es para el coito desabrido de las demás especies animales, que solo actúan por el instinto de la reproducción. ¿O es que el otro candidato —el que ya conocemos— solo esto sabe hacer? Me Luce que su mujer…