martes, 30 de mayo de 2017

El papa Francisco le pone trompa a Trump

Me llamó la atención que Normando Valentín comentara en Noticentro al amanecer que el papa Francisco le había puesto trompa al presidente Trump en una foto tomada en la reciente visita del presidente al papa, mientras que en una foto anterior apareciera muerto de la risa junto al entonces presidente Barack Obama. De modo que no tuve más remedio que satisfacer mi curiosidad e indagar en la Internet la veracidad de su comentario y, en efecto, así fue.
Sin embargo, luego de verlas he comprendido la razón del papa Francisco de posar tan seriote junto a Trump. El magnate llegado a presidente, acostumbrado a sus reality shows, no hace sino despepitar lo primero que se le ocurre, sin filtro, y pensando que todo el mundo es una chusma que debe tolerar las sandeces que anda por ahí diciendo todo el día, ahora que hasta dejar escapar un pedo a solas es noticia de primera plana en la prensa de todo el mundo. Tanta seriedad del papa puede tener múltiples explicaciones, pero como ninguno de los dos ha hablado sobre esa foto, sabrá Dios lo que Trump le dijo al papa y cómo se lo dijo durante los minutos que estuvieron a solas en una audiencia privada antes de hacerse la foto. Es difícil saberlo, solo podemos conjeturar.
¿Qué tal si le dijo que el Banco Ambrosiano había quebrado porque los del Vaticano, distinto a él —a Trump—, no supieron bañarse y guardar la ropa? ¿Y si lo dicho fue que como siguiera fastidiándolo con lo de la xenofobia y lo del muro entre EE.UU. y México prohibiría las visas al clero que proviene de otros países para ejercer su ministerio en Estados Unidos? ¿Y si amenazó con la pena capital a los sacerdotes que sean condenados por pederastia? ¿O le pidió prestada la plaza de San Pedro para celebrar el concurso de Miss Universe cuando deje de ser presidente (que podría ser pronto a juzgar por los truenos)?
¡Ah!, ¿la risa de él junto a Obama? Pues de seguro fue que el papa le dijo por lo bajo al expresidente: «Tengan cuidado, no vaya a ser que el pueblo norteamericano se vuelva loco en las elecciones de noviembre de 2016 y termine eligiendo a la presidencia a Donald Trump que es de su misma clase». A lo que Obama tuvo que haberle contestado: «¿En serio, Pope?», y se echó a reír. (Vean las fotos a las que se refería Normando).



miércoles, 17 de mayo de 2017

Las piernas de Marlene Dietrich

Leo una noticia en El Mundo de España de que se habría de subastar en Nueva York una carta de amor que le escribió Ernest Hemingway a Marlene Dietrich. Nada singular, particularmente conforme a lo acostumbrado en ese mundo de la cotidianidad de las subastas de cosas pertenecientes a los famosos. Muchas veces son, sin lugar a dudas, chucherías sin ningún valor intrínseco que no sea el que le brinda el solo hecho de haber pertenecido o tocado a determinada persona y el afán desmesurado de mucha gente por la veneración de lo insólito.
Mas lo que realmente atrajo mi atención no fue la foto de la carta manuscrita de Hemingway, sino la parte de la noticia que informa de que Marlene Dietrich había asegurado sus piernas por un millón de dólares ¡en 1934! después de dejar la Alemania nazi. De inmediato supuse: «¡Debieron ser dos piernas del carajo!», pero al deslizar con el mouse el contenido de la pantalla hacia abajo, me topé con la foto de las dos piernas muy delgadas —para mi gusto, por supuesto— de la Dietrich. Entonces, pensé que, en vez de la carta del autor de El viejo y el mar, lo que debió haberse subastado fue una de las piernas momificada de la Dietrich, del mismo modo que un comerciante de Texas, no hace tanto, puso a la venta el dedo pistolero de Pancho Villa por $9,500. De seguro, los admiradores de las patiflacas habrían pagado mejor esa pierna de la famosa actriz, que lo que habría pagado la compañía aseguradora en 1934 por «su pérdida», si ella hubiera «metido la pata» y se la hubiera atrofiado al punto de que quedara obligada a caminar renqueando por el escenario. Y para que sepan a lo que me refiero, vean más adelante las costosas piernas. Como pueden ver, las que «están del carajo» no son las piernas, sino los que estuvieron dispuestos a pagar por ellas un millón de dólares en 1934.