El niño Lorenzo fue asesinado hace
seis años. La teoría del Departamento de Justicia es que lo hizo Luis Rivera
Seijo, “El Manco”, un expresidiario a quienes muchos dan por loco y que confesó
el crimen días después, tanto al propio Departamento como al FBI.
Los entonces Secretario de Justicia
y Fiscal General reaccionaron incrédulos ante esa confesión (creída por el FBI
después) y durante los próximos tres años enfilaron la investigación del caso
con la mente hecha de que los responsables habían sido otras personas, entre
éstas la madre del niño.
Un programa de televisión de mucho rating les hizo coro, y hasta un
altarcito con flores y una foto del niño pusieron a la vista de las cámaras, al
que añadían un cronómetro progresivo de los días que llevaba el Departamento de
Justicia sin esclarecer el caso.
En eso hubo un cambio de
administración y de funcionarios. Dos abogados distintos se sentaron en la
silla del Secretario de Justicia y otro fiscal de mucha experiencia ocupó el
cargo de Fiscal General.
Empero, las expresiones públicas de
los nuevos incumbentes se sucedían con mucha cautela y rehusaban comprometerse
en cuanto a si el caso estaba esclarecido y cuándo se presentarían acusaciones.
Mientras tanto, la sospecha sobre
la madre del niño Lorenzo continuaba cebándose y el morbo se apoderaba de un
gran sector de la opinión pública moldeada a imagen y semejanza de lo que se
aireaba en los medios.
Y lo mismo que en la novela de
Nathaniel Hawthorne en que, para su vergüenza, se le cose al pecho a Hester
Prynne, una mujer casada, una letra escarlata –la “A” de “adúltera”– porque
ella rehusaba revelar quién era el padre de su hija bastarda, también a la
madre del niño Lorenzo le cosieron a su vestido la “A” de “asesina” y hasta le
privaron de la custodia de sus dos hijas menores de edad, y a éstas, que nada
tenían que ver con la muerte de su hermanito, de la posibilidad de relacionarse
con su madre.
Ahora, seis años después, el
Departamento de Justicia confiesa su error y sin disculparse aún por aquel
desatino, acusa del asesinato del niño Lorenzo a quien había confesado su
crimen con corroboración del FBI.
Entonces los que tronaban contra el
Departamento de Justicia por no haber esclarecido el caso, han tronado ahora
por traerles a otro acusado y no a la madre. Porque eso no les cuadra con su
prejuicio y, según ellos, no es a Rivera Seijo a quien le queda bien lo de la
letra “A”.
Por eso quizás Justicia conduce la
vista preliminar del caso como si se tratara de un juicio, con la anuencia del
tribunal que debió evitarlo. Porque la vista preliminar no es un juicio ni un
minijuicio.
La ley dispone que esta vista es
para establecer nada más que la probabilidad de (1) que se hubiera cometido un
delito y (2) que fue el acusado quien lo cometió. No es para establecer si el
acusado es culpable fuera de duda razonable. La cantidad y calidad de la prueba
no tiene que ser la misma.
Sin embargo, el Departamento de
Justicia le está celebrando un juicio a Rivera Seijo, con el beneplácito del
tribunal, porque no se quiere correr ningún riesgo de hacer otro papelón, y no
puede darse el lujo de que exoneren en esta etapa tan temprana del proceso a
quien confesó el crimen desde el principio.
Aunque no debemos culpar de esta
vista preliminar agrandada únicamente al Departamento. El tribunal debería
velar también por que ésta sea utilizada únicamente para el propósito que fue
creada.
Hay que darle el contenido
que manda la ley y no uno diseñado a la medida de la notoriedad del caso.
Columna publicada hoy en El Nuevo Día, pág. 35
http://www.elnuevodia.com/opinion/columnas/casolorenzojuicioovista-columna-2185178/
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