Ya
sabíamos que Steve Jobs se compraba un Mercedes Benz idéntico al anterior cada
seis meses para lucrar una disposición de las leyes de California que permite
transitar sin tablillas —sin placas, por si no me entienden— por sus calles y
avenidas a los vehículos nuevos, durante los primeros seis meses siguientes a
su compra. De ese modo, Jobs nunca usaba tablillas en sus carros. Por mucho
tiempo, la gente de ese estado pensó que Jobs se saltaba la ley a la torera al
deambular por ahí todo el tiempo sin tablillas, hasta que finalmente se develó
el «misterio» del supuesto «delincuente», que resultó ser simplemente un
conductor de bolsillos repletos de cantidades inagotables de billetes de mil.
Ahora,
su amigo supérstite Bill Gates, ha dicho en una entrevista con la bbc, que cuando Jobs era el principal
directivo de Microsoft utilizaba su reconocida memoria cuasifotográfica para
memorizarse las tablillas de sus empleados, para saber en qué momento cada uno
de sus empleados llegaba o salía de su oficina. ¡Con lo fácil que hubiera sido
que el estacionamiento estuviese un brazo mecánico que se activara con un sello
electrónico para su acceso y que una simple pc
llevara el registro de las entradas y salidas de sus empleados!
El
comentario de Bill Gates nos presenta a Steve Jobs, no como un tipo excéntrico
—que por otras circunstancias que no vienen al caso sabemos que lo era—, sino
como un supervisor ineficiente que confiaba más en su memoria natural que en la
memoria de sus computadoras. Y que no dijera que era para «disimular» el grado
de supervisión que ejercía sobre sus empleados para que éstos no se
resintieran. En el mundo contemporáneo, no hay razón para suponer que la fuerza laboral
no es capaz de entender que su patrono implemente normas razonables para
comprobar los horarios de asistencia de sus empleados.
Por
otro lado, para quien como Jobs no quiera exponerse a métodos confiables para
no ser sorprendido en su faena supervisora, y tampoco tenga una memoria
elefantiásica como él, puede valerse del método que empleaba mi vecino, cuando
era juez administrador del Centro Judicial de San Juan y recibía quejas de
que alguno de sus jueces tenía por costumbre llegar tarde al tribunal: iba al
parquin y le tocaba el bonete a su automóvil para comprobar si estaba frío o
caliente. Si estaba frío, había llegado temprano; si caliente, acababa de
llegar y, por ende, tarde. A veces se entretenía tocando todos los automóviles
y tomando nota de los bonetes calientes o tibios. Sin embargo, a mi pobre vecino
lo jubilaron por incompetencia mental.
¿A
Jobs? A Steve Jobs lo jubiló un cáncer que no pudo curar. Así es la vida.
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