Estaba viendo las noticias por internet cuando de pronto me llamó la atención el titular «Impactante socavón se traga dos autos en la carretera». Pensé que, finalmente, se había cumplido mi profecía de que los hoyos en las carreteras de Puerto Rico no se conformarían con simplemente desbaratar los sistemas de suspensión de nuestros automóviles, sino que por la magnitud y osadía con las que se presentaban en nuestro diario transitar terminarían engulléndonos con todo y vehículo.
Antes de seguir leyendo, llamé por teléfono a mi hija para asegurarme de que se encontraba bien porque ella tiene que usar la avenida Winston Churchill todos los días y yo había visto varios hoyos muy orondos que cada día crecían en diámetro y profundidad. Menos mal que ella no había salido de la casa y eso me permitió seguir leyendo la noticia con mayor tranquilidad.
Fue así que pude comprobar que el socavón de la noticia que se había tragado dos autos había sido en una carretera de California (para los que dicen que todo lo de allá es mejor) y que, de momento, nos habíamos librado de mi predicción. De todos modos, siempre que salgo ahora a la calle, llevo en mi automóvil una escalera plegadiza, varias linternas, comida para tres días y suficiente cuerda para facilitar mi rescate en caso de que me pase como a Jonás y un hoyo de los muchos que hay aquí le dé por bostezar y me trague por completo en la carretera.
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