jueves, 8 de junio de 2023

El burro no es burro na


 

No había reparado en que Mundi era mellá —le falta el colmillo derecho— ni sabía que era tuerta —perdió la visión por un ojo—. Tampoco que caminaba de medio lado, como si estuviera a punto de caer de su lado izquierdo. Aun así, aquí la despidieron con la misma cobertura mediática que como recibieron a Dayanara Torres cuando ganó el certamen de Miss Universo o a Madison Anderson cuando ganó el de La Casa de los Famosos. ¿Qué hay que hacer para que el traslado de una elefanta a un parque conservacionista de Estados Unidos cause tanta conmoción y hasta lagrimeo, si total va para un sitio donde sus días serán más llevaderos y placenteros que los de su época nefasta en el zoológico de Mayagüez?

Sin embargo, lo que me llamó más la atención no fue Mundi, fue el burro que la siguió, el que iba detrás de ella no por alguna atracción sexual interespecial, sino porque advirtió que no valía la pena quedarse en la isla, que aquí las cosas no mejorarían, y que cuando la Junta de Control Fiscal también se vaya, aquí volveremos a las viejas prácticas de gastar más de lo que tenemos, a legislar los barrilitos, a aprobar leyes sin la debida provisión de fondos, y a vivir del fiao cuando consigamos que alguien nos fíe algo. Porque después de todo, resulta que el burro no es burro na; los burros somos nosotros que no aprendemos de nuestros errores.

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