Rolando Crespo, el legislador que nada aprendió en los libros porque dice que no le gusta leer y que prefiere las actividades de los four tracks, pidió perdón ayer, luego de que se hiciera público el resultado de su última prueba de dopaje, positivo a cocaína. Dijo que no pensaba renunciar porque él no era drogadicto y que el uso de cocaína por su parte había sido una «ignorancia».
Por si no lo saben, Rolando Crespo tiene 35 años de edad y no parece ser idiota (al que lo mira así por encimita, quiero decir). Es posible que si uno lo trata llegue a convencerse de que lo es, pero realmente no lo parece. ¿O debo decir «no lo parecía»? Porque solo a un idiota puede ocurrírsele tratarnos como a idiotas en un asunto que no es cuestión de «ignorancia». A menos, por supuesto, que él quiera hacernos creer que, como no le gusta leer, no leyó que la ley que él mantiene en vigencia no exime de responsabilidad penal al que usa cocaína por simple «ignorancia», en cuyo caso debe renunciar, no por ignorante, sino por bruto.
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