lunes, 5 de septiembre de 2011

Como los perros

Como los perros, así en público y sin ruborizarse. La alcaldesa de Aalst, Bélgica, fue filmada en la azotea del castillo Olite de Navarra, España, mientras copulaba al aire libre con su marido. No hacían el amor, como suelen decir los que copian del inglés la frase manida de los hippies en los 60 «to make love». La película —a la que nos remite El Vocero en su versión electrónica y que aparece como tantas otras de naturaleza impúdica en la Internet— recoge el momento de un coito desabrido e infrahumano. Basta mirarle las caras a ambos turistas para darnos cuenta de que ella, ligeramente inclinada hacia el frente, pretende hacernos creer que mira desde lo alto a los transeúntes de la calle que debe haber al pie del castillo, sin mostrar ningún sentimiento ni pasión. Él, de pie, detrás de ella, parece estar estimulándose «como quien no quiere la cosa» para la indispensable erección —algo en lo que invierte al menos los primeros treinta segundos—, tras lo cual inicia un mecánico y cadencioso ir y venir que culmina precisamente en un «venir», unos cuarenta segundos después.
Sin embargo, no hay amor reflejado en sus rostros, ni siquiera placer. Nada los distingue de la apariencia cerril de los «amantes» caninos apareándose en medio de la plaza pública. Sencillamente es una estampa impúdica de regresión a lo primitivo, al instinto descarnado sin amañar, a la rienda suelta de una fantasía no domesticada. No, no hacían el amor, sencillamente copulaban. En fin, como los perros, con la única diferencia de que pueden desacoplarse sin problemas.



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