La nota de Prensa Asociada dice: «El cantautor Pablo Milanés manifestó que se siente “avergonzado” e “indignado” por el maltrato a las Damas de Blanco en Cuba, y aseguró que no tiene “ningún compromiso a muerte” con los hermanos Castro». También cita —de la carta abierta de Pablo, que publicó el New Herald de Miami, en ocasión de su visita para el concierto del pasado 27 de agosto— lo siguiente: «Cuando veo que unas señoras vestidas de blanco protestan en la calle y son maltratadas por hombres y mujeres, no puedo por menos que avergonzarme e indignarme, y de algún modo, aunque no estemos de acuerdo absolutamente, solidarizarme con ellas en su dolor».
Ya la escritora disidente cubana Yoani Sánchez había descrito en su blog Generación Y al Pablo que haría después estas declaraciones:
El próximo 27 de agosto, Pablo Milanés tiene programado un concierto en la ciudad de Miami. Evento que ha avivado la irritación entre quienes lo consideran un “juglar del castrismo”. Pero ni los más encendidos críticos deben olvidar que su propia vida ha sido –como la de tantos cubanos– una secuencia de golpes propinados por la intolerancia: la reclusión en la UMAP, las incomprensiones en los inicios de la Nueva Trova y el cierre de la fundación que llevaba su nombre. Deben reconocer también que Pablo Milanés tuvo la valentía de negarse a firmar aquella carta donde innumerables intelectuales y artistas apoyaron las medidas represivas tomadas por el gobierno de la Isla en 2003, entre ellas el fusilamiento de tres jóvenes que habían secuestrado una embarcación para emigrar.
Pablo, el gordo Pablo, que en los ochenta se escuchaba en cualquier punto del dial donde sintonizáramos el radio, evolucionó como lo hicimos muchos de nosotros. Sus discrepancias se han hecho oír desde hace varios años y su rostro ya no está presente en esos actos —profundamente politizados— con que las autoridades intentan demostrar que “los artistas están al lado de la Revolución”.
Me pregunto si mi prima lejana, esa que vive aún fascinada con el régimen de los Castro —la que está «quedá» en los sesenta y setenta, la que no se afeita los sobacos ni usa desodorante intelectual— dirá que tanto Pablo Milanés como Yoani Sánchez son agentes de la CIA, por rebelarse contra la represión del derecho a la libertad de expresión y a la discrepancia de ideas. Pero, hace tiempo que no hablamos del tema. Yo seguiré con la matraca de que no debemos tolerar y, por el contrario, que debemos combatir desde nuestras respectivas trincheras la represión, sea esta de derecha o de izquierda. La dignidad del ser humano es un derecho natural irrenunciable, aunque se nos tilde de instrumentos de la CIA. ¡Qué viva Pablo Milanés!
Hiram:
ResponderEliminar...y Batista también.
Hombre, como conoces tan bien a Yoani y la admiras tanto, por favor, dale "forward" a las muchas columnas que estoy seguro ha escrito para denunciar los abusos que se cometen allí al ladito de ella en Guantánamo.
Las leeré con mucho gusto...De paso, me gustaría leer las tuyas sobre este mismo tema...