Mientras los políticos y economistas ayer estaban en ascuas por lo de la caída del Dow Jones y la degradación del crédito de Estados Unidos por parte de Standard & Poor’s, la única preocupación de mi madre era qué hacer de mestura hoy para el almuerzo. Le pregunté si no estaba preocupada por lo del Dow Jones, pero me contestó que nada, que la salud de Dow Jones la tiene sin cuidado, pues este señor no queda familia nuestra y, aunque es de caridad cristiana condolerse de las dolamas de los demás, este Jones es «americano» y los americanos saben siempre qué hacer.
Me tiré al patio y llamé a doña Crucita, la vecina, a ver su estado de ánimo sobre lo del Dow Jones, y lo mismo. Me confirmó que ella no se mete en los revoluces de los regatoneros. Entonces me fui a la farmacia de la esquina y me fue peor. Allí una señora de mi edad más o menos me dijo que qué buena noticia esa de que él simplemente se hubiera caído, porque ella a Dow Jones lo daba por muerto pues hacía años que no lo escuchaba cantar.
Entonces ¿para qué agriarme la vida?
No hay comentarios:
Publicar un comentario