Se puede sentir pena, dar
coraje o desear hacerle burlas, pero nadie puede permanecer impasible ante la
noticia de que la mujer, una médica de profesión de Marbella, hizo varias
transferencias bancarias que sumaron 800 mil euros a un desconocido que la
contactó por Facebook y que la engatusó con piropos, halagos amorosos y una
promesa falsa de matrimonio. La doctora —la noticia no ofrece su nombre, como era
de suponer— recibió la «fabulosa» invitación de amistad de parte del sheikh
(jeque) Mohammed bin Rashid Al Makhoum, el primer ministro de Emiratos Árabes
Unidos. Pero en realidad no era un jeque, sino dos nigerianos haciéndose pasar
como tal.
La ilusionada doctora fue
presa fácil de su propia avaricia, pues le dijeron que si ella hacía dos
transferencias bancarias de 25,000 euros cada una destinados a ayudar a «sirios
inocentes que morían en la guerra», el «jeque» prometía compensarla con 1.5
millones de euros. ¡Sí, Pepe! Días después, entregó personalmente 50,000 euros
a un emisario y así sucesivamente otras sumas hasta acumular los 800,000 euros,
que ahora serían a cambio de una recompensa de 5 millones de euros. ¡Claro,
como si la Luna fuera de queso!
Cuando, finalmente, se
concertó un encuentro entre ambos en Madrid, para conocerse —y, es de suponer,
para ella tener la certeza de que recibiría sus cinco milloncitos—, el «jeque»
no se presentó, y al cabo el fraude fue descubierto gracias a la embajada española
en Dubái. Pero ya era tarde y la médica solo pudo obtener, al ejecutarse un
plan bien urdido por la Policía, el arresto de los dos implicados en estos
hechos. Pero de su dinero, nonines.
Me gustaría
suponer que solamente los tarados son víctimas de este tipo de fraude —pues no
serían tantos—, pero este caso demuestra que la mentalidad de Pedro Navaja —la
de «¡Guiso fácil»— es la que impone los patrones de conducta en ocasiones como
ésas, aun en las mentes más educadas y prevenidas. A juzgar por la inteligencia
demostrada por la doctora, de seguro de haber vivido aquí en Puerto Rico, habría
caído como plasta en el esquema de «La Pirámide» que se ha paseado varias veces
por la Isla, cebándose de incautos avaros como ella. Esta vez —lamentable o risiblemente—,
la cogieron de lo que era.
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