viernes, 9 de diciembre de 2016

Trump y los ovnis


Ya sabía yo que la explicación de los platillos voladores era más sencilla de lo que por tantos años nos habían hecho creer (o no creer, que es lo mismo). Acabo de leerla en un parte de prensa en la Internet. Todo comenzó el 24 de junio de 1947 cuando Kenneth Arnold, un piloto de la fuerza aérea norteamericana, alegó que había visto nueve ovnis durante uno de sus vuelos. Entonces, un hombre de Córdoba, Argentina, le escribió el 12 del mes siguiente al presidente Harry S. Truman para explicarle el origen del fenómeno. «Mientras peleaba con mi mujer —escribió el argentino—, ella me tiró varios platos, con tal fuerza que éstos salieron volando por la ventana y siguieron camino por el mundo». En la carta —que se conserva en el Museo Truman en Washington, D.C.—, el hombre rogaba al presidente que, cuando capturara los platos, se los devolviera porque reponer esas piezas de su vajilla le resultaría muy costoso.
El Presidente —por aquello de que a los locos, o a los que se hacen, no se les contraría— decidió seguirle la corriente con una respuesta que consideró mucho más inaudita: «Le devolveré los platos el día que elijan papa a un argentino». Sospecho que, en este punto, Truman y su secretaria estarían riéndose a mandíbula batiente del infeliz.
Con Truman y el cordobés ya muertos, casi setenta años después los nietos del argentino han amenazado con demandar en una corte federal de Miami al gobierno de Estados Unidos si no les devuelven pronto los platos avistados por Arnold en 1947, ahora que al cardenal de Buenos Aires lo han hecho papa, que no papilla. Y a mí, como estas cosas me entusiasman sobremanera, tengo planeado colocarme junto a la ventana —la de dos hojas que no tiene ni rejas ni escrines— y, entonces, cucar a mi mujer, que tiene mejor brazo que muchos lanzadores de Grandes Ligas, para que me tire con un par de zapatos con sicote que tengo al alcance de su rabieta. La idea es que algún piloto de la fuerza aérea norteamericana atrape los ovnis para yo reclamarlos.
A ver si tengo con Trump mejor suerte que la que tuvo el cordobés con Truman, y comprobar si Trump es loco, como muchos afirman, o es que se hace, como afirma mi mujer.

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