Debió haber sido que no le sedujo la idea de aguardar un año (de dieta y ejercicios) para ponerse a rebajar, como hicieron sus compañeros «cenadores» Carmelo Ríos y Roberto Arango. Digo esto porque otro periódico informa que la «cenadora» Lornna Soto, luego de aquel extraño incidente de hace unas semanas en un restaurante mexicano —cuando se tragó un pedazo de tenedor plástico con un burrito de pollo y tuvo que ser operada—, ha rebajado nueve libras tras una dieta sencilla de baby foods.
Sé de lo dicho en el Nuevo Testamento en cuanto a que lo dañino es lo que sale de la boca y no necesariamente lo que entra en ella, pero es evidente que Lornna Soto desatendió el sentido figurado del texto al pretender consumir el burrito con todo y tenedor. Luego del susto inicial que supone no poder digerir un pedazo de plástico atascado en el esófago, imagino que la «cenadora» ya respira más tranquila entre pote y pote de baby food. Y nosotros también. Durante los días de su convalecencia, no hemos tenido que escuchar lo que «sale de su boca» como, por ejemplo, que su corrupto amigo y compañero del Senado, Héctor Martínez, es inocente a pesar de que un jurado de la Corte de Estados Unidos en Puerto Rico, lo declaró culpable de soborno y conspiración.
Esto me hace pensar si no sería conveniente que el Presidente del Senado, Thomas Rivera Shatz, que tanto dinero gastó en alquilar una guagua para llevar a sus «cenadores» a la corte federal para respaldar a su compañero de partido Héctor Martínez durante el proceso penal en su contra, de vez en cuando alquilara la misma guagua para que los lleve a «cenar» burritos con salsa picante y guacamole al centro de la ciudad. No para que rebajen de peso, claro está, sino para que se callen por unos días.
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