En un país en el que la mayoría de su gente no sabe si somos o no somos, se gasta mucha energía en lo de las elecciones de cada cuatro años. En las de 2008, dos de mis primos —hermanos entre sí—, dejaron de hablarse por razones de la política liliputense con que nos entretenemos eternamente.
Uno de ellos —el que es penepé— hablaba mal del candidato popular, Aníbal Acevedo Vilá, a quien acusaba de corrupto. El otro —que es popular— acusaba a Luis Fortuño de farsante, de querer hacerse del poder para despedir empleados públicos, privatizar servicios gubernamentales y ubicar en su gobierno a los sospechosos de siempre: la clase de empresarios corruptos y de los blanquitos de Guaynabo City. Fortuño negó las imputaciones. Todo el mundo recuerda que dijo que sólo se quedaría sin trabajo el entonces gobernador Acevedo Vilá.
Llegaron las elecciones y Fortuño le dio la pela del siglo a Acevedo Vilá (más de doscientos mil votos). Entonces se cumplieron las profecías y vino lo del despido masivo de empleados públicos (lo mismo que Acevedo Vilá había vaticinado), el aumento de las contribuciones, el favorecimiento de sus empresarios, la Ley 7, sin contar que le ajotó la jauría de los pitbull azules de la Fuerza de Choque a los estudiantes en huelga de la UPR en un condenable abuso de la fuerza bruta. Mi primo, el popular, fue uno de los primeros que botaron y, desde ese momento, dejó de hablarle a su hermano, el penepé. A las dos semanas, también botaron al penepé.
Hace un rato, mi primo popular vino a verme. Me dijo que va mañana para la asamblea convocada por Alejandro García Padilla (en la que éste anunciará su candidatura por el Partido Popular a la gobernación). Mi primo pedirá un turno para proponerle a los populares allí reunidos que voten masivamente por Luis Fortuño en 2012, y no por Alejandro.
—Te apagarán el micrófono y te sacarán con camisa de fuerza. Además, ¿por qué los populares deberían cometer una locura como esa? —le pregunté.
—Para que los puertorriqueños que votaron por Fortuño en el 2008, tengan cuatro años más de sufrimiento.
—Pero eso es como sacarse uno mismo los dos ojos por tal de sacarle uno sólo al adversario.
—Pues has entendido muy bien.
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