Hoy me levanté temprano y, a pesar de ser una mañana lluviosa, me allegué antes de las nueve a la oficina del senador que dijo ayer que su reloj marcaba las horas y el día en forma regresiva. Inicialmente, cuando lo escuché hablar por radio, me pareció inverosímil que alguien quisiera tener un reloj que en vez de mostrar las horas del día, mostrara el número de días y horas que quedan desde ahora hasta el 6 de noviembre de 2012, el día de las elecciones generales. «¡Uf, la política otra vez!», pensé. Pero, nada, fue un pensamiento fugaz.
De inmediato lo entendí todo: de noche, cuando el insomnio se acurruca a mi lado para sacudirme con sus extremidades trepidantes, trato de defenderme con el conteo progresivo del 1 al 100, luego del 1 al 200, y así sucesivamente, hasta que pierdo la cuenta porque me quedo dormido. Entonces, es cuestión de soñar lo que se pueda porque, otra vez, vendrá la hora de levantarme para descargar la vejiga y, nuevamente, me enfrascaré en ese ejercicio consuetudinario del conteo progresivo para paliar el insomnio.
Pues, ¿por qué no? ¿Por qué no hacernos de un instrumento como el del senador para paliar esta pesadilla? Por eso he acudido hoy a su oficina, para que me diga dónde consigo un cronómetro igual.
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