Minga Sánchez Bras y Petraca Fullana Hernández dieron su show ayer. Mandadas por La Fortaleza, anduvieron de agencia en agencia disfrazadas de «hijas de vecina» —o de mujeres de vecindarios pobres— haciéndose pasar por solicitantes de beneficios gubernamentales, para evaluar la calidad y eficiencia en la prestación de los servicios públicos. El tantrum de Papo Christian —porque considera que el que ellas anduvieran mal vestidas, como se quiere hacer ver ahora, es una afrenta a la gente pobre— es entendible, pero sólo si el disfraz de las funcionarias incluían axilas y piernas sin afeitar, sobacos malolientes, trajes raídos y chanclas de goma de meter el dedo. Francamente, no lo sé. Pero si de lo que se trató fue de que por un rato ellas se despojaron de sus atuendos high follety para no ser reconocidas, santo y bueno.
De hecho, es una buena idea hacerlo en todas las agencias, sin avisar, y sobre todo, que lo hagan los jefes mismos de las agencias. Me gustaría ver al Secretario de Justicia o al Juez Presidente disfrazados de familiares de víctimas o de testigos darse la vuelta por la noche en las salas de investigaciones para que vean las cosas que sólo por ellos mismos creerían. Claro, necesitarían un poco de maquillaje porque el colorcito de Somoza es muy chillón y la nariz de Hernández Denton es inconfundible (que es lo que me pasa a mí con mi quijada). Lo difícil será conseguirles un pseudónimo.
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