domingo, 29 de mayo de 2011

In fraganti


[Cuento]

No lo aprendió en casa; tuvo que haber sido en la calle. De buenas a primeras, mi hija se había convertido en ecologista y defensora de los animales. De hecho, tenía a Karla Capalli como a una especie de directora espiritual, y era de las que se encadenaba semidesnuda, junto a ella, frente a los circos que llegaban a la ciudad, para protestar contra el maltrato de los animales. Pero, nunca pensé que esa afición por la fauna la llevara a denunciarme, y de qué manera. Es verdad que ella me había apercibido de que lo haría si yo insistía, pero también es cierto que no la creía capaz de hacerlo. Hasta que, esa mañana, lo hizo. Los vigilantes de Recursos Naturales irrumpieron en mi casa, luego de tumbar la puerta, y me sorprendieron in fraganti. No me dio tiempo de deshacerme de los cuerpos del delito ni del arma empleada. Por eso fue que me pillaron de pie, mientras yo me aprestaba, agitando el pote en el aire, para una segunda rociada a sus cuerpos negros que yacían en el suelo boca arriba, sacudiendo aún sus extremidades.    

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