martes, 13 de marzo de 2012

Sex shop

El candidato a gobernador por el PPD lo ha dicho sin tapujos: «Entré al sex shop a comprarle un regalo a mi esposa, y qué». Es lo mismo que yo haría en un sitio donde no me conocieran: comprarle a mi mujer lencería provocativa, aceites aromáticos para masajes y cualquier otra chuchería que sirviera para acentuar nuestra apetencia amatoria para una noche de pasión y desenfreno sano. Pero no. Ahí están los políticos puritanos, los nuevos portavoces del fariseísmo, los que no le conceden al marido y la mujer el margen de intimidad necesario para sus manifestaciones de cariño, para la copulación legítima que es producto del amor conyugal, del enamoramiento avivado por la imaginación y la ternura de los que se quieren. La relación de marido y mujer no es para el coito desabrido de las demás especies animales, que solo actúan por el instinto de la reproducción. ¿O es que el otro candidato —el que ya conocemos— solo esto sabe hacer? Me Luce que su mujer…

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