lunes, 23 de enero de 2023

Lo importante es que se entienda

¡Hello! Te llamaba para decirte que te envié un e-mail… Exacto… sí, sí… qué bueno que lo viste. Porque es que dos más tres es igual a cinco, pero quería explicarte que puedes ponerlo en el orden que quieras, primero el dos y después el tres, el orden no importa porque esa suma siempre dará a cinco, aunque, bueno, para evitar confusión podrías empezar escribiendo cinco para entonces decir que es el resultado de dos más tres o de tres más dos, quizás poniendo una nota al calce que aclare que también se pueden invertir los términos y que eso no afectaría el resultado… sí, sí, eso es por si acaso… Lo importante es que se sepa que el dos puede ir lo mismo delante que detrás del tres y que se sepa en todo momento que entre el dos y el tres, o del tres y el dos, haya un signo de suma o la palabra «más», da igual… a menos que con el signo sea más evidente que se trata de una operación aritmética… tú sabes, es que a veces la gente se confunde, no lee bien y podría terminar interpretando que lo que dijimos es dos más cinco es igual a tres… de eso no te quepa duda… Pero ¿entendiste lo que te quise decir? Lo importante es que siempre lo del cinco sea lo correcto, pero dejo a tu discreción la forma en que lo expreses… por eso… eso mismo… que el lector lo tenga claro… que no se confunda… no, no, yo sé que tú lo tienes claro, es que te digo esto pensando en el lector… el dos y el tres tú los pones en el orden que quieras porque lo importante es que… ¡Hello!… ¡Hello!… Parece que se cortó la llamada.
 

viernes, 13 de enero de 2023

Mi maestra de quinto grado


En quinto grado teníamos una maestra de Inglés que todos detestábamos. Caminaba entre las filas de pupitres cotejando nuestras libretas abiertas para asegurarse de que hubiéramos hecho la asignación. Un día en que Rosita no la había hecho, le dio un cocotazo sobre la diadema que le hizo sangrar el cuero cabelludo. Solamente permitió que otra estudiante la acompañara al baño para que se limpiara la sangre y continuó la clase como si nada. Al estudiante que no contestara correctamente alguna de sus preguntas le decía: “So alcornoque”, o motes degradantes parecidos, para enfatizar su torpeza o falta de inteligencia, con el evidente propósito de humillarlo y menoscabar su autoestima. Aun así, a ninguno de nosotros —y menos a alguno de los afectados directamente— se nos ocurrió presentarnos a clase con un cuchillo en el bulto para darle una puñalada pensando que con eso le dábamos su merecido. Obviamente, con odiarla nos parecía suficiente.

Pero hay niños de armas tomar. Por ejemplo, en 2011, un estudiante de diez años de una escuela de Sao Paulo, Brasil, llevó un revólver .38 al salón de clases, le disparó a la maestra (que afortunadamente sobrevivió) y luego se pegó un tiro en la cabeza. Él no sobrevivió. Hace unos días, en el estado de Virginia, Estados Unidos, un niño de seis años echó en su bulto la pistola que su madre guardaba en algún lugar accesible a él y, al llegar al salón, sin mediar palabra, así sin ton ni son, le pegó un tiro a su maestra, quien se encuentra hospitalizada, pero estable. En vista de que este niño no se suicidó, ahora las autoridades tendrán que bregar con él, aun cuando estas no saben cómo hacerlo. 

Como en Puerto Rico a los niños de escuela elemental no les ha dado (todavía) con llevar armas al salón de clases para “ajustar cuentas” con alguna maestra que detesten, no nos hemos tenido que plantear cómo manejaríamos la situación del niño que no haya cumplido trece años de edad y le dispare o apuñale a su maestra o maestro. 

La pregunta que me hago es cómo el Departamento de la Familia hubiera manejado un caso como el de Rosita si esta, al otro día del cocotazo que la hizo sangrar, se hubiera presentado al salón con un arma en el bulto y hubiera apuñalado a nuestra maestra de quinto grado. En fin, que lo mejor es no pensar en lo peor.

 

martes, 10 de enero de 2023

Los cuadros de la sala

De vez en cuando, al pasar junto a los cuadros de la sala, le doy un toquecito a alguno de ellos en una de las esquinas para sacarlos de la perfecta alineación que tienen en la pared. No es que tenga un tic nervioso, sino una mujer a quien las imperfecciones en la ubicación de los cuadros la molestan y yo me entretengo molestándola. 

     Algo pasa con el alambre de la colgadura que hace que este cuadro se deslice hacia uno de los lados, me dice. Pero mujer, eso ni se nota, le digo para tranquilizarla un poco, mientras ella vuelve a darle un toquecito en la dirección contraria a la que yo le he dado antes. Entonces se aleja unos cuantos pies para mirarlo y asegurarse de que el cuadro ha regresado a su posición original.

     Podrían ser los terremotos del sur, le digo a veces, o un descuido de la señora de la limpieza, le digo otras, para no aceptar que he sido yo que le ha estado jugando esa broma por un tiempo. Supongo que ella no me cree capaz de hacer lo que hago cuando no me me está viendo. De hecho, no me cree capaz de tantas otras cosas. Por ejemplo, sospecho que no me ha creído cuando le he dicho que no pienso morirme antes que ella para evitarle el sufrimiento de mi partida. Y, a juzgar por la mirada que me ha dado, es evidente que ella prefiere su sufrimiento al mío.

sábado, 7 de enero de 2023

¡Ay, Mario!

No me gusta meterme en la vida de nadie aunque ese nadie sea un alguien, pero la relación entre Mario Vargas Llosa e Isabel Preysler siempre me pareció demasiado frívola para un escritor que no necesitaba asomarse a la vida del jet set para comprobar esa frivolidad. Quizás, su vida junto a Patricia Llosa —que, además, era su prima con quien había tenido sus tres hijos— no era tan flamboyant ni glamorosa, pero, de seguro, era más parecida a una familia que lo que ha sido con la ex de Julio Iglesias, Carlos Falcó y Miguel Boyer. Ahora Mariito, cansado ya de las portadas de ¡Hola! y la riada de paparazzi que los seguía a todas partes, está lamiéndose la herida en un cuento publicado en 2020 («Los vientos») en el que muchos parecen advertir su remordimiento por haber dejado a Patricia por Isabel y su pedirle perdón por tal abandono. Nada, que «nadie sabe lo que tiene, hasta que lo pierde». 

martes, 3 de enero de 2023

Mucha mierda en el teatro

En una reunión de amigos salió a relucir el tema del teatro, el ballet y la ópera. No hice nada más que decir que a mí no me gustaba la ópera para que me saltaran encima a juzgarme por mi alegada falta de cultura. Estaban sorprendidos de que, según ellos, un lector y también escritor —que para más señas era, además, miembro del gremio de los letrados— no gozara de la sensibilidad que todos creían suponer como parte de un presupuesto necesario para llamarse «culto». ¿Acaso no seré el único sincero en este grupo por admitir públicamente esta verdad?, les dije cuando me permitieron hablar. Porque creo que la de ustedes es una visión clasista del arte y la cultura. Entonces —añadí—, les preguntaré a cuántos de ustedes les gusta ir al hipódromo a ver las carreras de caballos. Hicieron una mueca de desdén y me miraron como si hubiera perdido la cordura. A ninguno le gustaba ir al hipódromo (les oculté que a mí tampoco). ¿Los hace eso menos cultos a ustedes? —cuestioné—, porque al fin y al cabo es una actividad humana que, para aquellos que suelen ir, tiene un valor similar de entretenimiento al que tiene la ópera y el teatro para ustedes.

A mí me gusta más el cine, aclaré. Desde siglos antes de Cristo el ser humano ha estado asistiendo al teatro, pero no fue sino hasta fines del siglo xix que se inventó el cine. Creo que si hubiese sido al revés y el cine hubiera nacido primero que el teatro, el teatro no existiría o, de existir, no sería del modo en que lo conocemos hoy. Nada que ver con los Lope de Vega, William Shakespeare, Esquilo, Sófocles, Eurípides o Aristófanes, por solo mencionar algunos. Y nuestros ascendientes españoles no habrían tenido la oportunidad de inventarse la frase que utilizan en España para desearle éxito a los actores teatrales: «¡Mucha mierda, mucha mierda!».

lunes, 2 de enero de 2023

¿Cómo las reconoceremos?

 


De solo mirar la foto parecería que la joven mujer, muy seria ella, sentada de frente junto al escaño del legislador surcoreano Lee Yong-ju es su secretaria o una de sus ayudantes, o simplemente una pasante. Sin embargo, si nos fijamos bien, no podría ser ninguna de las tres cosas, pues no tiene en sus manos ni en su regazo alguna libreta, bolígrafo o cartapacio. De hecho, sus manos parecen flotar sobre sus rodillas, pero una observación meticulosa nos da la impresión de que está tratando de separarlas para que quien está tomando la foto —que es como decir «el alter ego nuestro»— pueda captar lo que se ve al fondo de los muslos. En el fondo es una frívola imitación de lo que quiso hacer Sharon Stone con aquel famoso cruce-descruce-y-cruce de piernas en la famosa escena del filme Basic Instinct («Instinto básico»). Ni entonces ni ahora nada de lo que nos imaginamos se nos ha mostrado. 

Ese aspecto juvenil que tiene la mujer nos hace recordar a la Chilindrina, el personaje del Chavo del Ocho, con una pollina sobre la frente y las gafas que casi le cubren la cara, pero sin los rabitos a cada lado ni el pelo achiotado y largo sobre sus hombros. La mujer tiene una mirada penetrante, como de enfado; viste un traje pastel de tres cuartos de manga con ruedo a mitad de muslo y unos zapatos puntiagudos stilettos. En esto no se parece a la Chilindrina.

De hecho, de solo mirar la foto sabemos que debe ser alguien más, alguien que no está muy contenta de estar donde está («¿Qué hago aquí?»). Sin embargo, cuando leemos la información que acompaña la foto caemos en cuenta de que ella no es «alguien», sino «algo»: una muñeca sexual de tamaño real. La foto nos muestra el momento en que, en 2019, el legislador Lee Yong-ju presentó para inspección parlamentaria en la Asamblea Legislativa de Corea del Sur una de las muñecas que la aduana del país confiscaba citando una cláusula de una ley que prohibía la importación de bienes que perjudicaran «las bellas tradiciones y la moral pública del país». No sé el efecto que produjo entonces la muñeca de la foto en los demás legisladores, pero la cuestión es que el parlamento surcoreano acaba de derogar (diciembre de 2022) esa prohibición.

Como no sé de leyes, llamé a un amigo que tiene un primo que es legislador para saber, solo por curiosidad, si en Puerto Rico está prohibida la importación de esas muñecas. Poco tiempo después me llamó para decirme que, según le dijo el primo, no estaban prohibidas, que él mismo estaba casado con una y que por eso hoy día hasta salen por televisión; que me fije bien en sus zapatos stilettos, sus trajes cortos y sus boquitas pintadas. Ah, y que una ya tiene hasta su propio programa, nunca repite la misma ropa y siempre critica cómo visten los demás.

Nada, que hay que estar pendiente, y que por eso tendré que revisarle hasta los zapatos a mi mujer.