lunes, 26 de diciembre de 2016

La cogieron de lo que era

Se puede sentir pena, dar coraje o desear hacerle burlas, pero nadie puede permanecer impasible ante la noticia de que la mujer, una médica de profesión de Marbella, hizo varias transferencias bancarias que sumaron 800 mil euros a un desconocido que la contactó por Facebook y que la engatusó con piropos, halagos amorosos y una promesa falsa de matrimonio. La doctora —la noticia no ofrece su nombre, como era de suponer— recibió la «fabulosa» invitación de amistad de parte del sheikh (jeque) Mohammed bin Rashid Al Makhoum, el primer ministro de Emiratos Árabes Unidos. Pero en realidad no era un jeque, sino dos nigerianos haciéndose pasar como tal.
La ilusionada doctora fue presa fácil de su propia avaricia, pues le dijeron que si ella hacía dos transferencias bancarias de 25,000 euros cada una destinados a ayudar a «sirios inocentes que morían en la guerra», el «jeque» prometía compensarla con 1.5 millones de euros. ¡Sí, Pepe! Días después, entregó personalmente 50,000 euros a un emisario y así sucesivamente otras sumas hasta acumular los 800,000 euros, que ahora serían a cambio de una recompensa de 5 millones de euros. ¡Claro, como si la Luna fuera de queso!
Cuando, finalmente, se concertó un encuentro entre ambos en Madrid, para conocerse —y, es de suponer, para ella tener la certeza de que recibiría sus cinco milloncitos—, el «jeque» no se presentó, y al cabo el fraude fue descubierto gracias a la embajada española en Dubái. Pero ya era tarde y la médica solo pudo obtener, al ejecutarse un plan bien urdido por la Policía, el arresto de los dos implicados en estos hechos. Pero de su dinero, nonines.
Me gustaría suponer que solamente los tarados son víctimas de este tipo de fraude —pues no serían tantos—, pero este caso demuestra que la mentalidad de Pedro Navaja —la de «¡Guiso fácil»— es la que impone los patrones de conducta en ocasiones como ésas, aun en las mentes más educadas y prevenidas. A juzgar por la inteligencia demostrada por la doctora, de seguro de haber vivido aquí en Puerto Rico, habría caído como plasta en el esquema de «La Pirámide» que se ha paseado varias veces por la Isla, cebándose de incautos avaros como ella. Esta vez —lamentable o risiblemente—, la cogieron de lo que era.


domingo, 11 de diciembre de 2016

Mejores fotos para los del manicomio

Donald Trump reunió a una treintena de medios noticiosos y les pidió —¡de favor!— que en las fotos que publicasen no destacaran tanto su notable papada, como aparentemente habían hecho en fotos anteriores. Parece que el hombre no está muy contento, que digamos, con su hinchazón del cuello, rasgo que es en particular atractivo para los caricaturistas.
Naturalmente, cuando se dio a conocer la insólita petición, los deseos de incomodar a Trump se apoderaron de la Internet y, en cuestión de horas, ya eran virales todo tipo de fotos que hacían precisamente un destaque inmisericorde de la enormidad de esa parte de su cuerpo que el magnate inmobiliario, electo por los del manicomio como su nuevo presidente, no quería ver expuesta de modo tan risible. En esto prevaleció el ingenio de fotógrafos que muchas veces, ayudados por la legión de artistas gráficos que dominan la ciencia infusa del Photoshop, lograban la más burlesca presentación de su nuevo aspecto para deleite de los que se bañan en agua de rosas al llevarle la contraria y mofarse de él.
En realidad yo no entiendo esa desabrida preocupación por la mucha grasa alrededor del cuello cuando lo que llama más la atención de su apariencia es la morusa rala y colorá sobre la cabeza que él peina como si se tratara de la capota amarilla de un Cadillac convertible colocada sobre la de un Mini-Cruiser. De seguro mi barbero de Quebradillas, le haría un recorte y peinado para hacerlo presentable en sociedad —o ante los del manicomio que aún no salen del paroxismo de la madrugada del 8 al 9 de noviembre pasados—, ¡ah!, y por solo diez dólares más uno de propina.
O si no, que haga como yo, que vivo feliz con mi quijada kilométrica de hombre-luna, y hasta la fecha no he tenido que ir al siquiatra ni convocar a los medios para pedirles que me favorezcan en los retratos (si es que algún día deciden sacarme retratado, Dios no lo quiera).


sábado, 10 de diciembre de 2016

El reto del maniquí

No hace tanto la diversión en las redes sociales era exhibir fotos de personas, principalmente jóvenes, yaciendo con su cuerpo horizontal boca abajo sobre los objetos o lugares más raros que puedan imaginarse. A esa «diversión» le llamaron planking (del sustantivo plank, que en español significa «tablón de madera»).
Poco tiempo después, cansados ya de fotografiarse en el acto de imitar con sus cuerpos los tablones de madera, iniciaron otra diversión: el owling (del sustantivo owl, que en español significa «búho»). Consistía en fotografiarse en la pose de un búho sobre cualquier estructura o superficie. Para ello la persona se ñangotaba (se ponía en cuclillas) y dejaba caer los brazos a lo largo de su cuerpo.
Ahora, para completar la trilogía del exhibicionismo lúdico, los jóvenes —y algunos viejos— del mundo han implantado una nueva moda: la del reto del maniquí o mannequin challenge. A diferencia de las anteriores, esta modalidad envuelve generalmente a más de una persona e, incluso, multitudes. El «reto» consiste en no moverse (como si los sujetos fuesen maniquíes) mientras alguien filma la imagen «congelada» (o «frizada», para que me entiendan los de aquí) de los «maniquíes». Mientras más dramática, incómoda, sugerente, desafiante, original (añada usted su propio adjetivo) más lucido resulta el reto del maniquí.
Y fíjense cómo son las cosas. Los delincuentes no podían quedarse atrás. Según leo, la policía de Huntsville, Alabama, ha arrestado a dos personas por portación ilegal de armas y posesión de drogas luego de que veintidós delincuentes filmaran un reto del maniquí simulando un tiroteo para el cual exhibieron diecinueve armas de fuego de diferentes tipos y calibres. Luego de colocarlo en Facebook, el reto del maniquí se volvió viral (se vio más de cuatro millones de veces) y la policía, al enterarse, fue a darles su premio (en el allanamiento, ¡bingo!, encontraron armas, municiones, chalecos antibalas y marihuana).
Aunque lo de Alabama no me parece realmente ingenioso, sino más bien descarado, lo de Puerto Rico podría ser distinto. Siempre queremos ser los más más. Y, la delincuencia nuestra, tiene pinta de ser más osada y desalmada. Por eso no me sorprendería, dados los tiroteos callejeros de los últimos tiempos, que a los gatilleros de las narcopandillas se les ocurriera filmar su propio reto del maniquí en el que el sujeto que parece muerto chorreando sangre, en el suelo en medio de la Ponce de León, no sea un maniquí y que encima de eso le riamos las gracias con cuatro millones de «Like».


viernes, 9 de diciembre de 2016

Trump y los ovnis


Ya sabía yo que la explicación de los platillos voladores era más sencilla de lo que por tantos años nos habían hecho creer (o no creer, que es lo mismo). Acabo de leerla en un parte de prensa en la Internet. Todo comenzó el 24 de junio de 1947 cuando Kenneth Arnold, un piloto de la fuerza aérea norteamericana, alegó que había visto nueve ovnis durante uno de sus vuelos. Entonces, un hombre de Córdoba, Argentina, le escribió el 12 del mes siguiente al presidente Harry S. Truman para explicarle el origen del fenómeno. «Mientras peleaba con mi mujer —escribió el argentino—, ella me tiró varios platos, con tal fuerza que éstos salieron volando por la ventana y siguieron camino por el mundo». En la carta —que se conserva en el Museo Truman en Washington, D.C.—, el hombre rogaba al presidente que, cuando capturara los platos, se los devolviera porque reponer esas piezas de su vajilla le resultaría muy costoso.
El Presidente —por aquello de que a los locos, o a los que se hacen, no se les contraría— decidió seguirle la corriente con una respuesta que consideró mucho más inaudita: «Le devolveré los platos el día que elijan papa a un argentino». Sospecho que, en este punto, Truman y su secretaria estarían riéndose a mandíbula batiente del infeliz.
Con Truman y el cordobés ya muertos, casi setenta años después los nietos del argentino han amenazado con demandar en una corte federal de Miami al gobierno de Estados Unidos si no les devuelven pronto los platos avistados por Arnold en 1947, ahora que al cardenal de Buenos Aires lo han hecho papa, que no papilla. Y a mí, como estas cosas me entusiasman sobremanera, tengo planeado colocarme junto a la ventana —la de dos hojas que no tiene ni rejas ni escrines— y, entonces, cucar a mi mujer, que tiene mejor brazo que muchos lanzadores de Grandes Ligas, para que me tire con un par de zapatos con sicote que tengo al alcance de su rabieta. La idea es que algún piloto de la fuerza aérea norteamericana atrape los ovnis para yo reclamarlos.
A ver si tengo con Trump mejor suerte que la que tuvo el cordobés con Truman, y comprobar si Trump es loco, como muchos afirman, o es que se hace, como afirma mi mujer.