Cuando leí la noticia, pensé que era broma. Y quizás esa fue la intención. Pero el problema con los payasos es que nunca se sabe si están haciendo payasadas o no. Porque aun siendo payaso, presumo yo, podría hablar alguna vez en serio, ¿o no? El problema es que, creo yo, nunca se sabe si está hablando como el payaso que vive en él o vive como el payaso que solo puede ser él. En otras palabras, hay quienes se pintan y hablan como payasos ciertos días y en ciertos horarios y hay quienes que se ven y actúan como payasos las 24 horas del día, todos los días. Los primeros pueden tener una vida normal y alegrar la de los demás; los segundos nada de lo que hagan o digan da gracia y, por el contrario, fastidia a todos. Los primeros saben que son payasos y que viven de su disfraz, por lo cual, terminada la función, pueden removerse el maquillaje, cambiarse de ropa y regresar a la normalidad. Los segundos, en cambio, no necesitan maquillarse ni vestirse de determinada manera; la naturaleza payasística es inherente a su persona. Por eso es que estos lucen siempre como payasos de inferior categoría pensando que, no importa lo que digan o hagan, los demás siempre le reirán sus gracias.
Lo mismo que en otros oficios, hay payasos que en esta categoría inferior se destacan más que otros. Tomemos el ejemplo de quien es, a mi juicio, el inferior payaso mayor, Donald Trump, que ante la sede vacante del Vaticano se propuso a sí mismo como papa. No recuerdo que hubiese mencionado el nombre que habría escogido como tal, pero conociendo su egocentrismo enfermizo sospecho que habría seleccionado el nombre de papa-yaso Donaldo I. Menos mal que los cardenales se apresuraron a elegir a León XIV porque si no, de seguro lo próximo habría sido oírlo hablar de anexionarse el Vaticano por las armas, como si fuera Groenlandia. Y me imagino que la primera Orden Ejecutiva, mejor dicho, la primera encíclica del papa-yaso Donaldo I habría sido Quomodo nates mulieris tangere et rem ridiculam videri facere, que en español es «De cómo tocarle las nalgas a las mujeres y hacerlo parecer algo gracioso». Muestra de lo que él cree y practica, y que nada tiene de gracioso.
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