sábado, 23 de abril de 2011

Mi esposa, no mi mujer

Hoy cumple años mi esposa, no mi mujer. Comienzo con esta aclaración porque algunos amigos que leen este blog, me preguntan que si mi esposa no se molesta con que continuamente haga referencia a ella en lo que escribo, en particular porque, a veces, utilizo situaciones que pudieran ser mortificantes para cualquier mujer.  Siempre les digo lo mismo: pierdan cuidado, «mi mujer» es un personaje y, como tal, puedo imputarle cualquier tipo de conducta producto de mi imaginación o inspirada por otras mujeres.
Mi esposa, en cambio, es la que tiene nombre propio —Iris Mercedes Barreto Saavedra—, la de Quebradillas, la que me ha acompañado por casi cuarenta años a marcha variable, a distintos ritmos, pero siempre con muy buen aire y semblante. Es a quien le permito que interrumpa mi escritura, o mis lecturas, para requerirme que vaya a la cocina a fregar los trastes que he dejado sin lavar. A «mi mujer» —el personaje— no le permitiría una cosa como esa y la denunciaría inmediatamente ante ustedes, mis lectores.
A pesar de todo, para que vean, ayer por la tarde mi mujer me pidió el carro prestado y se lo presté. Luego, cuando mi esposa se enteró, vino a reclamarme el mismo privilegio: «A ti no —le dije—, a ti no porque siempre que te lo presto llega con una ralladura nueva». Cuando me fui a acostar, todavía podía escucharlas discutiendo (a mi esposa con mi mujer) por esos celos del carro y cosas así, claro está. Sin embargo, yo me hice el distraído, pues sé que, a su manera, ellas se entienden.
Así que, a Iris, mi esposa: ¡Feliz cumpleaños! (Y ojalá que mi mujer no se entere, pues no recuerdo la fecha del suyo).

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