No había reparado en que Mundi era mellá —le falta el colmillo derecho— ni sabía que era tuerta —perdió la visión por un ojo—. Tampoco que caminaba de medio lado, como si estuviera a punto de caer de su lado izquierdo. Aun así, aquí la despidieron con la misma cobertura mediática que como recibieron a Dayanara Torres cuando ganó el certamen de Miss Universo o a Madison Anderson cuando ganó el de La Casa de los Famosos. ¿Qué hay que hacer para que el traslado de una elefanta a un parque conservacionista de Estados Unidos cause tanta conmoción y hasta lagrimeo, si total va para un sitio donde sus días serán más llevaderos y placenteros que los de su época nefasta en el zoológico de Mayagüez?
jueves, 8 de junio de 2023
El burro no es burro na
miércoles, 10 de mayo de 2023
Impactante socavón se traga dos autos en la carretera
Estaba viendo las noticias por internet cuando de pronto me llamó la atención el titular «Impactante socavón se traga dos autos en la carretera». Pensé que, finalmente, se había cumplido mi profecía de que los hoyos en las carreteras de Puerto Rico no se conformarían con simplemente desbaratar los sistemas de suspensión de nuestros automóviles, sino que por la magnitud y osadía con las que se presentaban en nuestro diario transitar terminarían engulléndonos con todo y vehículo.
Antes de seguir leyendo, llamé por teléfono a mi hija para asegurarme de que se encontraba bien porque ella tiene que usar la avenida Winston Churchill todos los días y yo había visto varios hoyos muy orondos que cada día crecían en diámetro y profundidad. Menos mal que ella no había salido de la casa y eso me permitió seguir leyendo la noticia con mayor tranquilidad.
Fue así que pude comprobar que el socavón de la noticia que se había tragado dos autos había sido en una carretera de California (para los que dicen que todo lo de allá es mejor) y que, de momento, nos habíamos librado de mi predicción. De todos modos, siempre que salgo ahora a la calle, llevo en mi automóvil una escalera plegadiza, varias linternas, comida para tres días y suficiente cuerda para facilitar mi rescate en caso de que me pase como a Jonás y un hoyo de los muchos que hay aquí le dé por bostezar y me trague por completo en la carretera.
miércoles, 19 de abril de 2023
¿Colegio de Abogades?
Cuento CENSURADO por el Colegio de Abogados y Abogadas de Puerto Rico:
A continuación reproduzco el cuento que fue publicado en la revista digital «Ley y Foro» del Colegio de Abogados y Abogadas de Puerto Rico, que fue retirado de sus páginas durante una semana (18 a 24 de abril de 2023) porque este no le agradó a algunas personas allegadas al Colegio. Para los que no lo han podido leer, este es el cuento:
¿Colegio de Abogades?
Hiram Sánchez Martínez
Ayer vino a verme une abogadx o abogad@ o… no sé cómo decirlo. Ah, bueno, sí: abogade. Diría que por fuera se veía como une más de nosotres. A pesar de ser abogade no se sentía incluide en el título que aparece en el frontispicio de nuestro edificio: Colegio de Abogados y Abogadas. No puede ser, me dijo, que con tanto aspaviento que han formado las compañeras feministas del país hayan transado por simplemente añadir al nombre del Colegio una palabra en género femenino.
Nada más decir estas palabras ya intuía que a le compeñere abogade algo comenzaba a patinarle. Y me puse en guardia. Así que tomé un lápiz y comencé a darle vueltas entre mis dedos.
Como colegiade, añadió, intereso que usted me represente para llevar un pleito contra el presidente y la Junta de Gobierno del Colegio. Yo le seguí dando vueltas al lápiz mientras le miraba con cara de incredulidad —que es un tipo de cara que se ha puesto de moda últimamente (por eso tengo tipos a escoger en el clóset)— y le escuchaba con la misma atención con la que un cura oiría en confesión a un pecador empedernido.
¿Y qué estaríamos alegando?, le pregunté. Pues que «abogado» y «abogada» no agotan las posibilidades de género, licenciado. ¿No lo ve así? Yo no soy ni masculino ni femenino, sino todo lo contrario. Si este colegio es solo de abogados y abogadas, entonces me han dejado fuera, ¡y yo quiero estar dentro, coño!
No sabía qué decirle. ¿Y qué propone? —fue lo que se me ocurrió de momento—; si no es Colegio de Abogados y Abogadas ¿de qué sería?
Se me quedó mirando con cara de no-lo-puedo-creer y casi me grita: ¡Colegio de Abogades, coño! ¡¿Qué si no?!
Como ya estaba un poco exaltade, intenté tranquilizarle. Vamos a hacer una cosa —le dije—, antes de pensar en tribunales deme la oportunidad de hablar con el presidente, que para cosas como esta es que fue elegido.
¡Ja!, le va a decir que les abogades no somos nenes chiquites, que tenemos que amoldarnos al estado de cosas, que para cambiar eso tendríamos que hacer un poco más de ruido, pues les polítiques son muy sensitives a eso.
Ante el temor de desconocer lo que el presidente me diría —porque no soy clarividente—, desistí de ir a verlo. En cambio, estoy ante mi clóset, hurgando entre las distintas caras que tengo allí enganchadas para situaciones como estas, y determinar cuál me pongo para darle a mi cliente la noticia de que no intereso llevar su caso, pero que tengo un primo —bueno, creo que primo tercero—, que antes era juez, y al que siempre le han gustado las causas perdidas.
lunes, 23 de enero de 2023
Lo importante es que se entienda
viernes, 13 de enero de 2023
Mi maestra de quinto grado
En quinto grado teníamos una maestra de Inglés que todos detestábamos. Caminaba entre las filas de pupitres cotejando nuestras libretas abiertas para asegurarse de que hubiéramos hecho la asignación. Un día en que Rosita no la había hecho, le dio un cocotazo sobre la diadema que le hizo sangrar el cuero cabelludo. Solamente permitió que otra estudiante la acompañara al baño para que se limpiara la sangre y continuó la clase como si nada. Al estudiante que no contestara correctamente alguna de sus preguntas le decía: “So alcornoque”, o motes degradantes parecidos, para enfatizar su torpeza o falta de inteligencia, con el evidente propósito de humillarlo y menoscabar su autoestima. Aun así, a ninguno de nosotros —y menos a alguno de los afectados directamente— se nos ocurrió presentarnos a clase con un cuchillo en el bulto para darle una puñalada pensando que con eso le dábamos su merecido. Obviamente, con odiarla nos parecía suficiente.
Pero hay niños de armas tomar. Por ejemplo, en 2011, un estudiante de diez años de una escuela de Sao Paulo, Brasil, llevó un revólver .38 al salón de clases, le disparó a la maestra (que afortunadamente sobrevivió) y luego se pegó un tiro en la cabeza. Él no sobrevivió. Hace unos días, en el estado de Virginia, Estados Unidos, un niño de seis años echó en su bulto la pistola que su madre guardaba en algún lugar accesible a él y, al llegar al salón, sin mediar palabra, así sin ton ni son, le pegó un tiro a su maestra, quien se encuentra hospitalizada, pero estable. En vista de que este niño no se suicidó, ahora las autoridades tendrán que bregar con él, aun cuando estas no saben cómo hacerlo.
Como en Puerto Rico a los niños de escuela elemental no les ha dado (todavía) con llevar armas al salón de clases para “ajustar cuentas” con alguna maestra que detesten, no nos hemos tenido que plantear cómo manejaríamos la situación del niño que no haya cumplido trece años de edad y le dispare o apuñale a su maestra o maestro.
La pregunta que me hago es cómo el Departamento de la Familia hubiera manejado un caso como el de Rosita si esta, al otro día del cocotazo que la hizo sangrar, se hubiera presentado al salón con un arma en el bulto y hubiera apuñalado a nuestra maestra de quinto grado. En fin, que lo mejor es no pensar en lo peor.
martes, 10 de enero de 2023
Los cuadros de la sala
De vez en cuando, al pasar junto a los cuadros de la sala, le doy un toquecito a alguno de ellos en una de las esquinas para sacarlos de la perfecta alineación que tienen en la pared. No es que tenga un tic nervioso, sino una mujer a quien las imperfecciones en la ubicación de los cuadros la molestan y yo me entretengo molestándola.
Algo pasa con el alambre de la colgadura que hace que este cuadro se deslice hacia uno de los lados, me dice. Pero mujer, eso ni se nota, le digo para tranquilizarla un poco, mientras ella vuelve a darle un toquecito en la dirección contraria a la que yo le he dado antes. Entonces se aleja unos cuantos pies para mirarlo y asegurarse de que el cuadro ha regresado a su posición original.
Podrían ser los terremotos del sur, le digo a veces, o un descuido de la señora de la limpieza, le digo otras, para no aceptar que he sido yo que le ha estado jugando esa broma por un tiempo. Supongo que ella no me cree capaz de hacer lo que hago cuando no me me está viendo. De hecho, no me cree capaz de tantas otras cosas. Por ejemplo, sospecho que no me ha creído cuando le he dicho que no pienso morirme antes que ella para evitarle el sufrimiento de mi partida. Y, a juzgar por la mirada que me ha dado, es evidente que ella prefiere su sufrimiento al mío.
sábado, 7 de enero de 2023
¡Ay, Mario!
No me gusta meterme en la vida de nadie aunque ese nadie sea un alguien, pero la relación entre Mario Vargas Llosa e Isabel Preysler siempre me pareció demasiado frívola para un escritor que no necesitaba asomarse a la vida del jet set para comprobar esa frivolidad. Quizás, su vida junto a Patricia Llosa —que, además, era su prima con quien había tenido sus tres hijos— no era tan flamboyant ni glamorosa, pero, de seguro, era más parecida a una familia que lo que ha sido con la ex de Julio Iglesias, Carlos Falcó y Miguel Boyer. Ahora Mariito, cansado ya de las portadas de ¡Hola! y la riada de paparazzi que los seguía a todas partes, está lamiéndose la herida en un cuento publicado en 2020 («Los vientos») en el que muchos parecen advertir su remordimiento por haber dejado a Patricia por Isabel y su pedirle perdón por tal abandono. Nada, que «nadie sabe lo que tiene, hasta que lo pierde».