miércoles, 31 de agosto de 2011

Que viva Pablo Milanés

La nota de Prensa Asociada dice: «El cantautor Pablo Milanés manifestó que se siente “avergonzado” e “indignado” por el maltrato a las Damas de Blanco en Cuba, y aseguró que no tiene “ningún compromiso a muerte” con los hermanos Castro». También cita —de la carta abierta de Pablo, que publicó el New Herald de Miami, en ocasión de su visita para el concierto del pasado 27 de agosto— lo siguiente: «Cuando veo que unas señoras vestidas de blanco protestan en la calle y son maltratadas por hombres y mujeres, no puedo por menos que avergonzarme e indignarme, y de algún modo, aunque no estemos de acuerdo absolutamente, solidarizarme con ellas en su dolor».
Ya la escritora disidente cubana Yoani Sánchez había descrito en su blog Generación Y al Pablo que haría después estas declaraciones:
El próximo 27 de agosto, Pablo Milanés tiene programado un concierto en la ciudad de Miami. Evento que ha avivado la irritación entre quienes lo consideran un “juglar del castrismo”. Pero ni los más encendidos críticos deben olvidar que su propia vida ha sido –como la de tantos cubanos– una secuencia de golpes propinados por la intolerancia: la reclusión en la UMAP, las incomprensiones en los inicios de la Nueva Trova y el cierre de la fundación que llevaba su nombre. Deben reconocer también que Pablo Milanés tuvo la valentía de negarse a firmar aquella carta donde innumerables intelectuales y artistas apoyaron las medidas represivas tomadas por el gobierno de la Isla en 2003, entre ellas el fusilamiento de tres jóvenes que habían secuestrado una embarcación para emigrar.
Pablo, el gordo Pablo, que en los ochenta se escuchaba en cualquier punto del dial donde sintonizáramos el radio, evolucionó como lo hicimos muchos de nosotros. Sus discrepancias se han hecho oír desde hace varios años y su rostro ya no está presente en esos actos —profundamente politizados— con que las autoridades intentan demostrar que “los artistas están al lado de la Revolución”.
Me pregunto si mi prima lejana, esa que vive aún fascinada con el régimen de los Castro —la que está «quedá» en los sesenta y setenta, la que no se afeita los sobacos ni usa desodorante intelectual— dirá que tanto Pablo Milanés como Yoani Sánchez son agentes de la CIA, por rebelarse contra la represión del derecho a la libertad de expresión y a la discrepancia de ideas. Pero, hace tiempo que no hablamos del tema. Yo seguiré con la matraca de que no debemos tolerar y, por el contrario, que debemos combatir desde nuestras respectivas trincheras la represión, sea esta de derecha o de izquierda. La dignidad del ser humano es un derecho natural irrenunciable, aunque se nos tilde de instrumentos de la CIA. ¡Qué viva Pablo Milanés!

martes, 30 de agosto de 2011

Una estatua herida


Acabo de leer que alguien vandalizó la semana pasada la estatua de nuestra querida escritora Mayra Santos Febres que ubica en la «encendida plazoleta antillana» del Centro de Bellas Artes en Santurce. La Policía no tiene sospechosos «gongo y maraca». Y eso es porque no leen a Mayra «de la Quimbamba». Si lo hicieran, encontrarían más de uno «melao, melaza». No es la primera vez que un personaje decide ajustar cuentas con su autor, y el hecho de que la estatua presentara «cortaduras en el área de la cintura» debe servirle a la Policía para orientar su pesquisa.
Si yo fuera el detective, comenzaría interrogando a algunos de los clientes de Nuestra señora de la noche, pues de seguro encontraría a algún envidioso de sus «meneos cachondos que el gongo cuaja». Y tendría que investigar el material de la estatua para asegurarme de que los tajos no fueron Sobre piel y papel, ni que Mayra fue confundida con Sirena Selena [la que va] vestida de pena. Sería incisivo al interrogar a los sospechosos varones, pues, no habiéndose especificado el día de la semana en que se vandalizó la estatua, pudo haber sido miércoles. Pudiera encontrarse una buena pista en Cualquier miércoles soy tuya. Hay hombres que son así, se confunden ante la más leve insinuación del «caderamen masa con masa», y terminan atolondrados por el despecho «suda que sangra».
Sin embargo, pensándolo bien, mi sospechoso es un amigo que hace unos días terminó de leer el último libro de Mayra, Tratado de medicina natural para hombres melancólicos. Lo que me dijo acerca del libro, se lo diría a Mayra únicamente, y siempre que sea al oído.

martes, 9 de agosto de 2011

La caída de Dow Jones


Mientras los políticos y economistas ayer estaban en ascuas por lo de la caída del Dow Jones y la degradación del crédito de Estados Unidos por parte de Standard & Poor’s, la única preocupación de mi madre era qué hacer de mestura hoy para el almuerzo. Le pregunté si no estaba preocupada por lo del Dow Jones, pero me contestó que nada, que la salud de Dow Jones la tiene sin cuidado, pues este señor no queda familia nuestra y, aunque es de caridad cristiana condolerse de las dolamas de los demás, este Jones es «americano» y los americanos saben siempre qué hacer.
Me tiré al patio y llamé a doña Crucita, la vecina, a ver su estado de ánimo sobre lo del Dow Jones, y lo mismo. Me confirmó que ella no se mete en los revoluces de los regatoneros. Entonces me fui a la farmacia de la esquina y me fue peor. Allí una señora de mi edad más o menos me dijo que qué buena noticia esa de que él simplemente se hubiera caído, porque ella a Dow Jones lo daba por muerto pues hacía años que no lo escuchaba cantar.
Entonces ¿para qué agriarme la vida?

jueves, 4 de agosto de 2011

El cuento del lobo (Cuento)

Ayer mi nietecita vino a quedarse a casa y, a la hora de dormir, me pidió que le leyera un cuento. «En esta casa no hay libros de cuentos», tuve que admitir. Pero ella es muy lista y me ripostó: «Pues, invéntate uno». Así que no me quedó más remedio que complacerla. Luego de un gran esfuerzo para exprimirle a mi imaginación elementos bucólicos con moralejas posibles, me di a la tarea.
«Había una vez un niño pastor que se llamaba David y tenía a su cargo un pequeño rebaño que llevaba diariamente al prado. (Es verdad que en Puerto Rico no hay ovejas ni pastores, sino perros realengos y muchos títeres, pero ella no debería tener problemas con imaginárselos). Un día, en ánimo de no aburrirse, David salió corriendo al pueblo mientras gritaba: «¡El lobo, el lobo, viene el lobo!». Y todos los vecinos salieron armados de palos y tridentes a enfrentar al lobo, pero descubrieron que era mentira y que el pastorcito se reía de ellos a más no poder. Otro día, volvió David a gritar: «¡El lobo, el lobo, viene el lobo!», y otra vez volvieron los vecinos a ser objeto del mismo engaño. A la semana siguiente, repitió David su farsa con tan mala suerte que, esta vez, los vecinos del pueblo no le hicieron caso y el lobo… tampoco apareció. Y David vivió aburrido para siempre».
Al llegar a este punto, ya mi nieta se había dormido. 
¡A ver si me tengo que inventar otro cuento mañana!

domingo, 31 de julio de 2011

La contestación a la carta (Cuento)


[Cuento]  
A José Luis González

La madre enferma nunca supo de la carta que su hijo le envió para contarle de su historia de éxito en la capital. Aquella carta que comenzaba con «Qerida bieja», que relataba cómo en seguida que llegó se consiguió un trabajo de ocho dólares semanales, salario que le supondría vivir mejor que el administrador de la central, y que le permitiría «mandale» la ropa que le había prometido, pero que no le enviaba en ese momento porque quería buscarla «en una de las tiendas mejores», que contenía la despedida de «Su ijo que la qiere y le pide la bendision, Juan». La misma carta que para él poder despacharla tuvo que apostarse a la entrada del correo y fingir que era manco, hasta que pudo reunir los cuatro centavos del sobre y el franqueo. Cuando la carta llegó a su destino, la hermana de Juan, que vivía con la «qerida bieja» analfabeta, al ver el nombre del remitente, la interceptó y se ocultó para leerla.
Esa misma noche, esperó que su madre se quedara dormida y la contestó:

«Yauco, P.R.
14 de malzo de 1947
No mui qerido Juan:

La beldá es que ai que tenel güevos para atrebelte a escribile a mai esa ensalta de embustes, como si no te conosieranos. Y pol si no lo sabes, yo misma me e encalgado de disile a tu hija como eres rrealmente.

Con 12 años ya cumplidos, no podíanos ocultale a ella pol más tiempo la beldá, pues si no se la disía yo, se la ubieran dicho en la calle. Ese fué un dia terrible, tenele que disil a tu hija que matastes a puñalás a su mai, mientras ella la tenía en sus brasos. No fue fasil. Aprobeché para contale de las pelas que le dabas a su mai y del abolto que le causates, de lo que tubo que incubrilte con la esplicasion a la policía de que se había cáido por la escalera de la cosina, cuando to el barrio sabe lo que en beldá pasó.
Y ni se te ocurra volvel a Yauco porque la policía todabía te está buscando como aguja. Aqí vienen de ves en cuando a preguntal pol ti, qe si sabemos aonde tu estas, qe si nos escribes. Pero ya me jarté de tapalte. En mi otra carta te dije que no le escribieras más a mai, que ya le abianos dicho que a ti te abían matao en un asalto por ayá. Ella no merese sufrir mas por ti. Pero veo que no siges consejos. Mañana mesmo boi al cualtel de la policía y le entrego tu carta al rretén, pa que no jodas mas. 
Tu helmana que te quiere bien… lejos,
Domitila (Tila)
P.D. Pelmita Dios que termines mendigando en las calles de San Juan.»


domingo, 24 de julio de 2011

El mutismo del general

La prensa lleva tantas semanas como cuantas lleva el general Emilio Díaz Colón en el cargo de superintendente de la Policía, preguntándose por qué este permanece callado con respecto a los crímenes que más conmocionan al país y, además, ausente de las operaciones policíacas de madrugada en las que el superintendente anterior nos tenía acostumbrados a verlo participar. Él se ha defendido como ha podido con argumentos que considera irrefutables, como, por ejemplo, que su trabajo es más bien de escritorio y que, para hacer el trabajo «sucio», el Cuerpo de la Policía tiene oficiales muy bien adiestrados. Sus argumentos me hicieron recordar a los del entonces (1989) superintendente, Ismael Betancourt Lebrón, quien, a un reclamo similar, respondió que él no iba a cambiar su chaqueta de abogado por el chaleco azul marino con la palabra «SUPERINTENDENTE» en la espalda.
Y es que su predecesor, el abogado, exfiscal y, hoy día, juez de apelaciones, Carlos López Feliciano, nos acostumbró a ver al superintendente de la Policía fuera de su oficina, visitando por sorpresa los cuarteles de la isla en la madrugada, y participando al lado de sus oficiales en las grandes operaciones policíacas para darle apoyo moral a sus hombres y asegurarse de que se hiciera el trabajo con rigor, pero con pulcritud y observancia de los derechos de todas las partes. Fue quizás por eso que aquel exgobernador que le nombraban «El caballo» —no tanto porque fuera bruto, sino más por sus resoplidos al hablar— le pusiera el mote de «Rambito», en evidente alusión a la bravura del personaje «Rambo», veterano de Vietnam, que protagonizaba Sylvester Stallone.
Hoy, sin embargo, he descubierto la verdadera razón del mutismo y la ausencia del superintendente Emilio Díaz Colón de las operaciones policíacas en la calle. Yo había olvidado que él es ingeniero y que, por consiguiente, su formación no es en las leyes ni en la conducta humana. Lo acabo de ver en el noticiario de las cinco, inmiscuido en y dando explicaciones de distancias y polvos fugitivos con respecto a la implosión que destruirá con quintales de dinamita los edificios conocidos por Las Gladiolas en Hato Rey. Ubicado en la calle, con los edificios de fondo, lucía frente a las cámaras como todo un ingeniero de construcción —en este caso de destrucción—, dando los pormenores del evento explosivo (¿implosivo?) que habrá de ocurrir mañana. Hablaba de la escenografía de la masacre con dinamita, de cómo los cuerpos de acero y hormigón caerán abatidos por los dinamiteros, y lo que deberá hacer la gente para proteger su integridad corporal y su vida. Hablaba con una leve sonrisa, con la misma que ponen los peces que vuelven al agua luego de estar a punto de asfixiarse en el exterior.
Así que, si queremos ver más a menudo al superintendente Díaz Colón hablando y gesticulando como todo un general, más vale que nos inventemos otras implosiones como la de mañana. A ver si a alguien se le ocurre sugerir con cuál podría seguirse.

miércoles, 29 de junio de 2011

Llueve y no escampa (Microrrelato)

[Microrrelato]

Entonces una voz, como del Cielo, le hizo saber que las cosas no podían seguir como iban, por lo que el hombre debía construir un arca antes de que comenzara la lluvia. Y, siguiendo sus instrucciones, el hombre construyó un arca con las dimensiones mandadas, a la que subieron parejas de todas las especies; macho y hembra subieron. Comenzando a llover, el hombre le pidió a sus tres hijos que subieran junto a sus mujeres, pero estos se negaron diciendo que subirían acompañados únicamente de sus novios. El hombre, muy comprensivo, los dejó subir a bordo con ellos, sin las mujeres, y levó anclas. Pero antes de que se cumplieran cuarenta días de lluvia, la mujer del hombre se le acercó a decirle que a ella le había llegado la menopausia.

© 2011 Hiram Sánchez Martínez