domingo, 27 de marzo de 2011

El Chacal de la Trompeta


Cuando era niño, escuchaba a mi madre cantarle a mis hermanos infantes puestos en la cuna, ciertas nanas que servían para que estos dejaran el jirimiqueo y se pusieran a dormir. Había una que decía: «Duérmete nene, que ahí viene el cuco, / y tu madre bonita te traerá flores». Esta semana recordé estas nanas de mi madre —de la mía, no de la del gobernador Luis Fortuño— cuando en una conferencia de prensa éste anunciaba la presentación de un nuevo Código Penal con penas más severas que las del actual. En esa ocasión, Fortuño nos cantó esta nana:
«Puerto Rico necesita un código que le dé garras al sistema de justicia, para sacar a los criminales de las calles y devolverle a nuestras comunidades la seguridad que tanto ansían».
De seguro hubo muchos que hicieron lo que yo. ¿Qué qué hice? Pues traté de imaginar que estábamos jirimiquiando —¡qué digo jirimiquiando: gritando a todo galillo!— como pueblo, por los cien asesinatos mensuales que nos coloca en ruta de conseguir que este año sea el segundo más violento en la historia de Puerto Rico, y que Fortuño, valiéndose de la melodía de la de «Duérmete nene», nos cantó su nana con esa habitual falta de naturalidad y esa voz suya desentonada que provoca en nosotros movimientos intempestivos del intestino que terminan siempre en resultados de mal aspecto y olor.
No, Fortuño, no. Los estudios hechos por el Departamento de Justicia de Estados Unidos demuestran que eso no es práctico, y que penas más altas crean un problema mayor de hacinamiento carcelario que lo obligará a usted a aprobar leyes de bonificaciones muy «generosas», para lo cual tendrá que inventarse otro sonsonete, con la melodía de «Duérmete nene». Algo así como: «La constitución de Puerto Rico encarna el principio de la rehabilitación. Queremos ser sensibles a los casos de confinados que quieran rehabilitarse. Éstos deben reincorporarse a la sociedad cuando su buen comportamiento y trabajo así lo aconsejen».
Gobernador, los estudios también demuestran que no puede reducirse la criminalidad cuando la tasa de esclarecimiento de delitos es inferior al 50 por ciento de los cometidos. Si el delincuente cree que la mayor probabilidad es que no lo cojan, le seguirá sacando la lengua y tirándole trompetillas a usted y al Súper de la Policía. Una vez el crimen se ha cometido, el énfasis debe ser en mejorar los mecanismos de investigación, tanto de personal —policías, científicos forenses, fiscales— así como de equipo y tecnología hábil.
No siga, por favor, con sus cancioncitas de cuna, porque nosotros ya estamos creciditos y nos conocemos a ojo cerrado el camino de los colegios electorales donde le daremos nota a sus repetidas desafinaciones. ¡Y le irá peor que con El Chacal de la Trompeta!

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