sábado, 4 de febrero de 2017

100 libras de cuernos

Cuando leí que la mujer había rebajado cien libras de peso en un año al enterarse de que su marido le era infiel, no me quedó otra que enfadarme con ella. La mujer se había dedicado a comer de más toda su vida al punto de que, con muy baja estatura, llegó a pesar 260 libras a los 22 años de edad. La nota de prensa no aporta gran cosa sobre las circunstancias del caso, pero sí las fotos del «antes» y del «después». La foto de la izquierda muestra a una mujer muy gruesa —¿han visto el cuerpo de una ballena?— inflada de grasa por todas partes. La foto de la derecha, muestra a una mujer delgada, toda curvas —¿han visto a Jennifer López en bikini?— de lo más sexy.
Y para que no me acusen de machista diré que igualmente me hubiera enfadado si la noticia se hubiera referido a un hombre gordo y barrigón que rebajó cien libras cuando se enteró de que su mujer le pegaba cuernos.
Digo que la noticia me produjo enfado porque no fue sino hasta que ella se enteró de las aventuritas del marido que decidió ponerse en «la línea». Ya podía imaginarme al hombre suplicándole que se sirviera menos cantidad de comida a la hora de almorzar o cenar, o que renunciara a algunos postres, o que dejara «el picoteo» entre las comidas, y ella «¡que no, que no te metas conmigo en cuanto a lo que como, no, señor!, ¡que no quiero que me presiones!, ¡que como lo que me dé la gana, coño, y eso no debe importarte!». Y ella —o él, si fuera el caso— jartándose como si la comida se fuera a acabar mañana.
Y para mí eso de rebajar de peso porque tu cónyuge te pegue cuernos, es adelgazar por la razón equivocada. El peso de una persona —sea hombre o sea mujer— es un aspecto importante de la salud física y emocional, seamos casados o solteros, por lo que debemos cuidarnos de engordar o enflaquecer fuera de los límites médicamente recomendados. No debemos ser esclavos de la gula que, para más señas, es uno de los pecados capitales. O sea, que el sobrepeso por exceso de comida no solamente hace daño al cuerpo, sino también al alma y a las relaciones matrimoniales.
Supongo que lo que se ha querido insinuar con esta noticia de la mujer puesta a dieta es que ella, con rebajar, buscaba tener un aspecto sexualmente atractivo para una de dos cosas: o para «recuperar» a la pareja «perdida» o como medio de comunicarle al marido «¡Mira lo que te has perdido ahora, pa que sufras!». (Lo de mejorar la salud, aunque laudable, no parece haber sido la verdadera razón ya que ella verbalizó con toda candidez que se trataba de una respuesta a la infidelidad de él).
Claro, no hay que darle un aplauso de pie al marido tramposo. Pegar cuernos no es un método ingenioso, sino más bien burdo para conseguir que el cónyuge se ponga a dieta. Sin embargo, yo, por si las moscas, llevo tres días haciendo ayuno, push-ups y sentadillas, no vaya a ser que mi mujer, que lleva meses señalándome la panza que he desarrollado y diciéndome que debo rebajarla, haya leído esta noticia y «coja escuela».


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